articulos

El naturalista psicoanalítico
Autor:
Javier Lacruz, psiquiatra.
Mail: jlacruz@me.com
Fecha de publicación: 2008

 

 

El origen del hombre ha quedado ahora probado. La metafísica debería florecer. Quien entienda al babuino hará más por la metafísica que Locke

Charles Darwin

Correré el riesgo de que algún día se piense que soy un viejo anticuado, y diré que en mi opinión la contribución de la etología es para el analista un callejón sin salida

Donald Winnicott

Todo autor soporta la influencia de sus predecesores que, de una u otra manera, y, en uno o en otro momento, dejan una huella indeleble en su pensamiento. En este sentido, la primera y principal influencia teórica en la vida de Donald Winnicott, antes que en su obra, es la del naturalista Charles Darwin. El impacto de la lectura de sus escritos marca al joven Winnicott durante su etapa de formación escolar en Leys School de Cambridge, influencia que no le abandona en toda su trayectoria. Ya en edad adulta, la importancia del medio ambiente en los seres vivos no escapa a Winnicott en su estudio de la naturaleza humana. De este modo Darwin contribuye de forma natural –y avant la lettre– a la evolución personal y profesional de Donald Winnicott.

Tras despertarse su vocación médica y orientarse hacia la pediatría, la lectura de algunos trabajos de Oscar Pfister y Sigmund Freud le conducen irremisiblemente hacia la práctica del psicoanálisis. En su formación psicoanalítica se analiza con Strachey y Rivière y supervisa algunos casos infantiles con Melanie Klein durante seis años. Luego despliega todo su potencial creativo en una teoría singular, tanto del desarrollo normal como del patológico, siempre en el marco natural del proceso evolutivo del ser humano: el sostén materno. De ahí que la amalgama de la doble influencia de Darwin (el ambiente) y Freud (el inconsciente) en su obra nos permite describir a Donald Winnicott como un naturalista psicoanalítico.

En el siglo XIX acontece un gran salto en el conocimiento de las Ciencias Naturales, del mismo modo que en el siguiente, el siglo XX, tiene lugar la expansión de las Ciencias Humanas con el advenimiento del Psicoanálisis. Si bien Aristóteles es el primero en intentar una clasificación sistemática de animales y plantas al establecer que los seres incluidos en los <<phyla>> o <<phylum>> (de ahí la filogénesis) responden a unas mismas líneas generales, y que las aportaciones posteriores de Linneo, Lamarck, Buffon, Cuvier, el español Celestino Mutis o Mendel, entre otros, son fundamentales en la concepción evolutiva de las especies, el naturalista Charles Darwin es quien fundamenta las principales bases científicas de la Teoría de la Evolución.

Del mismo modo que la idea de la evolución es anterior a Darwin (en puridad, nunca empleó el término <<evolución>> y apenas se refirió a la especie humana), la idea del inconsciente es anterior a Freud; si bien este (como aquel en su campo de estudio) es quien forja el método de investigación de los procesos inconscientes (la asociación libre, el sueño, el lapsus, el chiste, etcétera), que denomina teoría psicoanalítica o <<psicología profunda>>. Posteriormente, Karl Abraham, Sándor Ferenczi, Melanie Klein, Jacques Lacan y tantos otros, contribuyen a modelar la teoría y la técnica creada por Sigmund Freud. Influencia que, en mayor o menor medida, unos y otros contribuyen en la formación de Donald Winnicott. Un autor que, oriundo de la Pediatría, se adentra en el Psicoanálisis y en la Psiquiatría infanto-juvenil, desarrollando una teoría del desarrollo humano y un concepto de salud que se adhiere fielmente a los procesos vitales inherentes a la naturaleza humana.  

La horma de mi zapato

La influencia de Charles Darwin en la juventud de Donald Winnicott es decisiva para su vocación investigadora de los fenómenos de la naturaleza, en su caso, de la naturaleza humana. En 1910, a los 14 años de edad, sus padres lo envían a estudiar al internado del Leys School en Cambridge. Una escuela metodista exclusivamente para varones en la que permanece hasta los 18 años. Esta es su primera salida del núcleo familiar –una experiencia en la que precisa adaptarse al medio ambiente, alejado del modelo de su infancia de dominante femenina y que él mismo denomina <<de mis múltiples madres>>– que luego se torna determinante en su obra. En Leys se acrisolan las ideas que más tarde gravitan en su pensamiento: la naturaleza humana, la adaptación activa, los objeto y fenómenos transicionales y el ambiente facilitador.

Charles Darwin, al final de su Autobiografía, escribe: <<Independientemente del nivel que haya podido alcanzar, mi éxito como hombre de ciencia ha estado determinado, hasta donde me es posible juzgar, por un conjunto complejo y variado de cualidades y condiciones mentales. Las más importantes han sido el amor por la ciencia, una paciencia sin límites al reflexionar largamente sobre cualquier asunto,  la diligencia en la observación y recogida de datos, y una buena dosis de imaginación y sentido común. Es verdaderamente sorprendente que, con capacidades tan modestas como las mías, haya llegado a influir de tal manera y en una medida tan considerable en las convicciones de los científicos sobre algunos puntos importantes>> (1). Sin duda, una forma humilde y sincera de definir su vocación por el método científico, que no escapa a los intereses del joven Winnicott.

En Leys se alienta el culto religioso y las actividades deportivas y eventos culturales. Más que por los estudios, Donald destaca en deporte (equitación, rugby y atletismo) y recibe una mención especial por su talento musical. Incluso llega a prepararse para participar en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1916, pero una lesión de cadera le impide culminar el proyecto. Sus biógrafos lo destacan como uno de los cabecillas de curso que, entre otras iniciativas suele leer historias por las noches a sus compañeros. De forma regular escribe a su madre interesándose por ella y por la vida familiar, y cuando puede les envía regalos. En el segundo año escolar se interesa por las Ciencias Naturales, sobre todo por la teoría del desarrollo biológico de Charles Darwin, quien desde ese mismo instante se convierte en su autor de cabecera.

Al cabo de los años, en una conferencia transcrita en el artículo <<Hacia un estudio objetivo de la naturaleza humana>>, charla dictada en el St. Paul School de Londres en 1945 y publicada en El niño y el mundo externo, describe su entusiasmo al descubrir el libro El origen de las especies, la magnum opus de Darwin. Dice: <<Evidentemente, cuanto más estrechamente relacionada con la vida está la ciencia, más difícil resulta que un enfoque científico parezca adecuado. Recuerdo mi excitación en mis días escolares, antes de la Primera Guerra Mundial, cuando descubrí El origen de las especies, de Darwin. No podía interrumpir su lectura.

Then felt I like some Watcher of the skies
When a new planet swims into his ken;
Or like stout Cortez…

En esa época no sabía muy bien porqué me resultaba tan importante, pero ahora comprendo que lo principal fue que me mostró la posibilidad de examinar científicamente cosas vivas, con el corolario de que los huecos [gaps] en el conocimiento y en la comprensión no tenían porqué asustarme. Para mí esa nueva idea significó un enorme alivio de tensión y, en consecuencia, una liberación de energía para el trabajo y el juego>> (los subrayados son míos) (2). Como acertadamente señala su biógrafo Brett Kahr, Winnicott examina a los niños con el mismo rigor que Darwin se aplica en sus investigaciones de campo sobre las diversas especies; en cierto modo, su consultorio en el Hospital Paddington Green Children’s, en el que trabaja durante más de cuarenta años y al que llama coloquialmente su Psychiatric Snack Bar (su cafetería psiquiátrica), es su Beagle particular.

En esta conferencia Winnicott describe la Psicología como <<la ciencia que estudia la naturaleza humana>> (en un tiempo en que esta disciplina no se imparte en la formación médica), una ciencia en cuyos pilares de referencia sitúa a Darwin y Freud. Y sigue: <<Sé que si estuviera ahora en la escuela encontraría idéntico valor en un libro que ubicara a la psicología en el mapa como ciencia, pero pienso que ningún libro corresponde exactamente a El origen de las especies. Sin duda, hoy diríamos que este contiene muchas falacias e interpretaciones erróneas, pero lo mismo podría decirse, incluso con mayor energía, sobre cualquier libro de psicología. Podría citarse la Introducción al psicoanálisis de Freud. Los progresos realizados, muchos de ellos por el propio Freud, desde que este escribió su obra pionera, han sido tan tremendos que un psicoanalista podría muy bien vacilar antes de recomendar siquiera ese libro, salvo para que se lo leyera junto a muchos otros, y con plena conciencia de que Freud iniciaba una nueva ciencia. Las obras de Freud, leídas en orden cronológico, proporcionan un excelente cuadro de la forma en que se desarrollan sus ideas. No solo inició una nueva ciencia, sino que la llevó adelante un largo trecho, y lo mismo hacen ahora quienes continuaron utilizando sus métodos y desarrollándolos según su propio criterio>> (3). De estos dos autores Winnicott aprende a tolerar el no saber y a aceptar las fallas en el conocimiento, lo que le permite edificar una teoría del desarrollo emocional temprano, donde señala la importancia del ambiente facilitador (la madre) en las primeras etapas del desarrollo infantil.

Tiempo después, en una charla a psicoanalistas veteranos pronunciada en el Club 1952 y titulada <<Posfacio: D.W.W. sobre D.W.W.>> (1967), evoca su evolución personal: <<Fue [el descubrir a Freud] como cuando leí en la escuela a Darwin y supe de inmediato que Darwin era la horma de mi zapato>> (el subrayado es mío) (4). Un autor para el que las brechas del conocimiento suponen aberturas y que Winnicott reconduce a su idea del espacio potencial y la zona intermedia de los fenómenos transicionales. En suma: la obra de Charles Darwin es el telón de fondo del pensamiento de Donald Winnicott.

La expedición del capitán Fitz-Roy

Charles Darwin es un naturalista inglés nacido en Sherewsbury, Inglaterra, en 1809. Hijo y nieto de médicos. Su abuelo, Erasmus Darwin, fue un precursor de sus teorías. Charles estudia Medicina en Edimburgo y Teología en Cambridge, durante dos años. Uno de sus profesores, el botánico Dr. Henslow, contribuye a despertar su interés por las ciencias naturales. En 1831 y por recomendación suya, embarca en el H. M. S. Beagle como naturalista de la expedición del capitán Robert Fitz-Roy, cuya misión es la de cartografiar las costas de América del Sur y las islas del Pacífico. Al parecer, Fitz-Roy –que es profundamente religioso– incorpora a un naturalista en la expedición pensando que los estudios de campo le van a proporcionar pruebas científicas a favor de la Biblia y, especialmente, sobre el diluvio universal. Nada más paradójico que las conclusiones que extrae Darwin, en un viaje que <<ha sido con mucho, el acontecimiento más importante de mi vida y que ha determinado mi carrera>>, tal como lo describe en su Autobiografía. Por entonces, las ideas epocales prevalentes son las de la <<creación única>> y la de la <<inmutabilidad de las especies>>.

El 27 de diciembre de 1831, el Beagle, tras varias tentativas infructuosas debido a condiciones meteorológicas adversas, está listo para zarpar y se hace a la mar. Desde el primer día Darwin lleva su diario de viaje, en el que detalla los pormenores de su gran aventura. Durante cinco años el joven Darwin recoge sus observaciones sobre geología, paleontología, flora y fauna, esto es, sobre las diversas ramas de la Historia Natural. En el archipiélago de las islas Galápagos encuentra una de sus principales conclusiones: observa que una misma especie muestra variaciones de una isla a otra; en concreto, los picos de los pinzones varían según el tipo de alimento que el medio de cada isla ofrece. Su tesis es que las distintas especies se adaptan (para sobrevivir) a su medio ambiente. El 2 de octubre de 1836 el Beagle entra en el puerto de Falmouth. Tras poner pie en tierra Darwin se aplica en ordenar y clasificar sus colecciones de fósiles, plantas y animales y publicar sus conclusiones sobre el origen de las especies. Su primera obra importante que publica es Diario y observaciones, 1832-1836 (1839), donde relata el diario del viaje en el Beagle. En sucesivos años va editando sus conclusiones sobre mamíferos, fósiles y especies zoológicas. En 1842 Darwin se instala en su nueva casa, Down House, para organizar con más tranquilidad su fecunda labor científica. Su labor es paciente y rigurosa, lo que le dispensa un importante reconocimiento en la comunidad científica  de su época.

El 1 de julio de 1858 se presenta en la Sociedad Lineada de Londres el trabajo de Alfred Wallace, Sobre las tendencias de las variedades al alejarse ilimitadamente del tipo original, acompañado del esquema manuscrito de 1844 en el que Charles Darwin ha delineado su teoría de la evolución y la carta que había escrito a Asa Gray en 1857, en la que comunica al científico norteamericano las bases de su teoría y sus intenciones de publicar un libro sobre la evolución de la vida en la Tierra. La honestidad entre ambos naturalistas determinaba la prioridad de las ideas de Darwin sobre las de Wallace acerca de la teoría de la evolución por la selección natural de las especies. A finales del año siguiente Darwin publica The Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life (El origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida), a los 50 años. En El origen de las especies Darwin refuta (como había escrito a su amigo Hooker en 1844) la tesis de la inmutabilidad de las especies y plantea la selección natural producto de las circunstancias en que viven los individuos de las especies. Esta monumental obra –que se convierte en un bestseller de la época– supone su pleno reconocimiento en el ámbito científico.

En El origen de las especies Darwin apenas menciona al hombre –lo hace dentro de su evaluación general de la evolución biológica– y casi al final del libro apunta: <<En el futuro distante veo amplios campos para investigaciones mucho más importantes. La psicología se basará sobre nuevos cimientos, el de la necesaria adquisición gradual de cada una de las facultades y aptitudes mentales. Se proyectará luz sobre el origen del hombre y su historia>> (el subrayado es mío) (5). En un primer momento, Darwin elude premeditadamente utilizar el término evolución, por sus connotaciones de cambio con progreso, mientras que sostiene, a partir de sus observaciones como naturalista, que el cambio orgánico solo conduce a los individuos de las diversas especies a alcanzar una mayor adaptación al medio ambiente. En su concepción sobre la evolución de las especies, la noción de cambio prima más como adaptación (al medio) que como progreso (evolutivo). Según Darwin existe una continuidad en la evolución de las especies, cuyos saltos o brechas son meras interrupciones en su evidencia histórica. Al respecto habla de una gradación intermedia o gradación transicional en el desarrollo de las especies, advirtiendo de la importancia de la adaptación al medio y de su diferenciación o especialización para incrementar sus oportunidades de supervivencia.

Años después escribe El origen del hombre (1871) –cuyo título completo es: El origen del hombre, y la selección en relación al sexo–, dedicado a estudiar la continuidad que existe entre la especie humana y otros animales. Darwin defiende la teoría de que el hombre es parte del mundo animal, de formas antiguas ya extinguidas, de un animal similar al mono. Escribe: <<La principal conclusión a la que se llega en este libro, es decir, que el hombre desciende de alguna forma de organización inferior, será, lamento pensarlo, muy desagradable para muchos. Pero apenas caben dudas de que descendemos de bárbaros… Quien ha visto un salvaje en su tierra nativa, no sentirá mucha vergüenza si se ve obligado a reconocer que por sus venas corre la sangre de alguna criatura más humilde. Por mi parte, preferiría descender de aquel heroico monito que se encaró a su temido enemigo con el fin de salvar la vida de su cuidador, o de aquel viejo papión que descendiendo de las montañas, se llevó triunfante a su joven camarada ante una multitud de perros atónitos, que de un salvaje que se complace torturando a sus enemigos, ofrece sacrificios sangrientos, practica el infanticidio sin piedad, trata a sus esposas como esclavas, desconoce la decencia y es perseguido por las supersticiones más burdas>> (6). Él mismo comenta en su Autobiografía que, tan pronto como se hubo convencido de que las especies eran producciones mutables, no pudo evitar creer que el hombre debía estar bajo la misma ley.  

Para Darwin, el hombre no constituye una excepción dentro de los fenómenos y las leyes biológicas, lo que supone que su obra es fuente constante de numerosos debates y críticas tanto científicas como religiosas. Las ideas de la Teoría de la Evolución (la idea del <<árbol de la vida>> sin un fin aparente), cristalizan a finales del siglo XVIII, a raíz de la confirmación de la gran antigüedad de la Tierra, con el descubrimiento del registro fósil. Y paulatinamente se van abriendo paso como un avance científico histórico. En este sentido, Copérnico, al considerar que la Tierra no es el centro del Universo; Darwin, al señalar que el hombre es una especie más de la creación; y Freud (7), al plantear que el hombre ni siquiera es dueño de su propio psiquismo, establecen las tres injurias al antropocentrismo, al narcisismo humano.

El naturalista psicoanalítico

La concepción del famoso naturalista sobre la evolución de las especies impacta en la formación juvenil de Winnicott (así como en la de su colega John Bowlby, quien, curiosamente, escribe una biografía de Darwin). El padre de la Teoría de la Evolución le introduce en la aventura del método científico y su corolario emocional de superar el miedo a los obstáculos, <<a las brechas en el conocimiento y en la comprensión>>, clave en la formación de un investigador: la capacidad de tolerar la incertidumbre del desconocimiento. Un modelo que incorpora el joven aprendiz de científico y que desarrolla más tarde en el par integración/no integración, como estados oscilantes del psiquismo, cuyo adecuado balance permite soportar el dolor del no saber, fundamenta la creatividad y estimula el gesto espontáneo. En <<Psicoanálisis y Ciencia: ¿Amigos o parientes?>> (1961), Winnicott escribe: <<Para el científico, cada brecha en la comprensión constituye un estimulante desafío. Se admite la ignorancia y se proyecta un programa de investigación. El estímulo para el trabajo que se realiza es la existencia de la brecha>> (el subrayado es mío) (8).

La influencia de Darwin es decisiva en su concepción de la adaptación activa del medio ambiente (la madre) a las necesidades del hijo, esto es, del ambiente facilitador. Sus ideas le sirven de punto de partida para formular su teoría del desarrollo emocional del individuo, a partir de la fórmula <<el bebé [infans] no existe, lo que existe es la pareja de crianza>>. Darwin sostiene que los animales deben adaptarse al medio ambiente, mientras que Winnicott revierte la ecuación darwiniana y plantea que en el medio humano es el ambiente (la madre) quien se debe adaptar al bebé facilitando su gesto espontáneo. Una influencia reforzada tras la lectura de la obra de Sigmund Freud, quien en una nota a pie de página de <<Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico>> (1911), escribe: <<El lactante, con tal que le agreguemos el cuidado materno, realiza casi ese sistema psíquico>>, y que sirve de pie de apoyo a Winnicott para establecer la unidad básica de su modelo teórico a partir de la relación madre-bebé. A su vez, el compromiso de Sándor Ferenczi al corpus freudiano y su interés por el papel de la madre (frente a la primacía del padre en la obra freudiana) en los orígenes de la vida humana, así como la importancia que otorga Melanie Klein a las primeras etapas de la vida, sirven de señaladores de dirección para sus ideas sobre la configuración ambiente-individuo. Con la aportación de la idea del medio materno o ambiente facilitador como sostén de primordial del infans, Winnicott se posiciona –junto con Freud, Klein, Lacan, Kohut y Bion, entre otros– como un estudioso de la naturaleza humana de primer orden: como un naturalista psicoanalítico.

Otro aspecto, también determinante, es la influencia de Darwin en la concepción de los objetos y los fenómenos transicionales de Winnicott. Darwin habla en su obra de las gradaciones transicionales entre diversos fenómenos de la naturaleza, que Winnicott retoma para establecer, desde el sustrato basal de la paradoja, su idea acerca de la transicionalidad. El concepto de espacio transicional es la piedra de toque del pensamiento de Winnicott. Supone una aportación decisiva al Psicoanálisis por la ruptura epistemológica que introduce en su modelo teórico: la tercera tópica, una nueva tópica que determina la abolición del registro binario (interno-externo, subjetivo-objetivo, etcétera). Es la zona intermedia de experiencia entre el individuo y el ambiente, en la que se entrelazan la realidad (psíquica) interna y la realidad externa. Un espacio hipotético o virtual, que no es la realidad externa ni la realidad interna, sino que participa de ambos mundos, y que corresponde al espacio del jugar, del soñar, de la experiencia cultural. Es la clave del sentido de la vida y de la salud mental. Lo transicional es un modo de funcionamiento psíquico que no se rige por categorías lógicas sino por la paradoja. En la introducción de Realidad y juego (1971), Winnicott escribe: <<Cuando se tiene a mano una teoría sobre los fenómenos transicionales es posible mirar con ojos nuevos muchos problemas antiguos>> (9). A partir de la observación directa de los primeros objetos que usa el bebé, con el telón de fondo de la obra de Darwin, edifica la teoría del objeto y los fenómenos transicionales.

El objeto transicional designa la primera posesión: el objeto material (el pulgar, el chupete, un trozo de tela, un juguete, etcétera) que el bebé destaca de entre otros muchos objetos y que le acompaña y protege eficazmente ante la ausencia de su madre. Es el primer símbolo del bebé: el mediador simbólico de la presencia materna durante su ausencia. El objeto transicional inaugura el espacio de la creatividad y de la experiencia cultural. Los objetos son transicionales en tanto que implican una transición o un movimiento de presencia-ausencia (entre el adentro y el afuera, entre lo propio y lo ajeno, entre la satisfacción y la frustración, entre la unión y la separación, entre la completud y la incompletud). Lo transicional no alude tanto al objeto en sí sino al uso que el bebé hace de él. El uso del objeto transicional (ponerle nombre al peluche, abrazarlo o pegarle, etcétera) implica un tránsito, una experiencia de apropiación. Permite tomar contacto, primero con la madre, y luego con el mundo. Representa un signo de madurez.

En otro momento de su obra Winnicott alude a Darwin y al darwinismo. Y lo trae a colación para resaltar la parálisis que ejercen habitualmente los seguidores de un pensador, en su voluntad de fosilizar o embalsamar las ideas de su maestro en aras de una supuesta inmortalidad a beneficio de inventario narcisista. Concretamente, lo hace en el marco de las disputas entre los grupos kleinianos –y su doctrina: el kleinismo como lenguaje muerto, al decir de Winnicott– y anafreudianos en el seno de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, de los que se mantiene equidistante, en el middle group o grupo intermedio, y de los que recibe una grave descalificación personal y una  severa marginación conceptual. En la célebre <<Carta a Melanie Klein>> del 17 de noviembre de 1952, recogida en El gesto espontáneo, Winnicott, tras elogiar que <<es la mejor analista, así como la más creadora en el movimiento analítico>>, le reprocha que no aborda la oposición al kleinismo, de cuyo grupo dice que <<constituye una barrera para el desarrollo del pensamiento científico de la Sociedad, tanto como lo fue el darwinismo para el desarrollo de la biología, tan estimulada por la labor del propio Darwin>> (10). En su reflexión, Winnicott alerta de que detrás de todo gran pensador se arraciman grupos de seguidores que se arrogan la patente de sus ideas en un inmovilismo esterilizante que impide su crecimiento y evolución natural a la luz de los nuevos descubrimientos; o en grupos de presión dogmáticos y excluyentes, que impiden las fecundaciones cruzadas entre pensadores, a los que califica de organizaciones políticas

La naturaleza humana

En Winnicott es notoria la influencia de Darwin y su teoría de la evolución de las especies: de la adaptación al medio ambiente existente. Pero lo determinante es que  Winnicott invierte la ecuación darwiniana: en su teoría del desarrollo emocional es la madre la que debe adaptarse a las necesidades del bebé, ya que el bebé humano se encuentra en una situación de dependencia absoluta de su madre y de sus cuidados maternos. La adaptación activa de la madre implica que en su preocupación maternal primaria y en su condición de madre devota y suficientemente buena es la única que puede comprender las necesidades del niño. Un planteamiento que parte del axioma central de su teoría: <<El bebé no existe, lo que existe es la pareja de crianza>>. Considera que el bebé no es una entidad autónoma, que el bebé no existe in vacuo, sino absolutamente dependiente de su madre; y que su adaptación activa es la que promueve la capacidad creativa de su hijo, esto es, su gesto espontáneo.

A mediados de la década de los treinta, Winnicott escribe su primer trabajo personal –<<Apetito y trastorno emocional>> (1936)–, en el que, tras sus observaciones de numerosos bebés y sus madres, concluye: <<La teoría de la enfermedad psiquiátrica debe ser modificada con el objeto de dar cabida a un hecho: que en numerosos casos el historial de una anormalidad se remonta a los primeros meses, incluso a las primeras semanas>> (el subrayado es nuestro) (11). Veinte años después añade una nota a pie de página en la que refrenda el valor de estas primeras consideraciones: <<Por aquel entonces no era frecuente buscar las causas de la enfermedad psicológica en el pequeño. Por consiguiente, mi opinión resultó un tanto original y resultó también turbadora para aquellos analistas capaces solamente de ver la angustia de castración y el complejo de Edipo. En mis escritos posteriores me he dedicado a desarrollar el tema del pequeño cuyo desarrollo emocional puede ser sano o deformado en cualquier edad, incluso antes del nacimiento. En la actualidad (1956) existe entre los psicoanalistas una aceptación general de la opinión según la cual existe una Psicología del niño recién nacido>> (12). Su tesis es que los bebés son susceptibles de estar emocionalmente enfermos.

En la siguiente década, la del cuarenta, es donde Winnicott sitúa el punto de partida de su teoría del desarrollo emocional primitivo o temprano. En la comunicación <<La angustia asociada con la inseguridad>> (1952), a raíz de ciertas cuestiones suscitadas en un artículo de Charles Rycroft, Winnicott evoca: <<¿Qué es entonces lo que precede a la primera relación de objeto? Por lo que a mí se refiere, he sostenido una prolongada lucha con este problema. Empezó cuando (hace unos diez años) me encontré a mí mismo diciendo ante esta Sociedad, con cierta excitación y acaloramiento, lo siguiente: “No existe nada que pueda ser denominado bebé” (there is no such thing as a baby). Me sentí alarmado al oírme pronunciar estas palabras y traté de justificarme señalando que si me muestran ustedes un bebé ciertamente me mostrarán también a alguien que cuida del mismo, o, cuando menos, un cochecito de niños que acapara la vista y los oídos de alguien. Lo que vemos es una pareja de crianza por decirlo así>> (13).

La teoría del desarrollo emocional primitivo (primitive emotional development) de Winnicott ocupa el cuerpo central de su pensamiento y posee singularidad propia. En ella destaca la importancia del mundo externo o medio ambiente en la crianza del niño y del carácter evolutivo del individuo: de su paso de la dependencia a la independencia, que nunca es completa. En su tesis enfatiza la importancia que posee lo emocional en el crecimiento infantil, antes de la integración del psiquismo y de la diferenciación con sus objetos de relación, que <<comprende la historia total de las relaciones del niño con su ambiente específico>>. Su teoría la describe a partir del modelo madre-hijo, como un proceso que va de la fusión a la separación, donde el papel de la madre como ambiente facilitador es clave para el desarrollo emocional del bebé, cuya dependencia al comienzo es absoluta, luego relativa, y de ahí tiende a la independencia del medio.

El 28 de noviembre de 1945 Winnicott presenta en la Sociedad Psicoanalítica Británica su teoría del desarrollo emocional humano (14), en un ensayo que constituye un hito en su obra. En <<Desarrollo emocional primitivo>> –incluido en Escritos de Pediatría y Psicoanálisis– compila veinte años de experiencia clínica como pediatra y psicoanalista, un trabajo que se erige en el eje axial de toda su obra posterior. En este trabajo define las bases teóricas que luego retoma en La naturaleza humana, libro inconcluso y editado póstumamente, en el que informa de su elección de un enfoque evolutivo (developmental approach) por el carácter unitario de la naturaleza del ser humano. Al comienzo de <<Desarrollo emocional primitivo>>, tras un amplio preámbulo, dice: <<El principal objetivo de este escrito es presentar la tesis de que el desarrollo emocional precoz del niño, antes de que este se conozca a sí mismo (y por ende a los demás) como la persona completa que es (y que los demás son), es vitalmente importante: en verdad que aquí están las claves de la psicopatología de la psicosis>> (15). Como pone de manifiesto Masud Kahn, en este artículo aparecen de forma rudimentaria todos los conceptos posteriores de Winnicott: el sostén, el objeto transicional, la dependencia absoluta, etcétera.

En Clínica psicoanalítica infantil, libro que trata sobre varios casos clínicos atendidos por el procedimiento de la consulta terapéutica, describe el modelo teórico que lo soporta: el desarrollo emocional del individuo. Lo describe así: <<La única compañía de que dispongo cuando me interno en ese territorio desconocido de cada nuevo caso es la teoría que siempre está conmigo, que se ha constituido en parte de mi ser y a la que ni siquiera necesito recurrir de un modo deliberado. Me refiero a la teoría del desarrollo emocional del individuo que, en mi opinión, comprende la historia total de las relaciones del niño con su ambiente específico. Como no podía ser de otro modo, el transcurso del tiempo y las sucesivas experiencias han ido introduciendo cambios en los fundamentos teóricos de mi trabajo. Podría compararse mi situación con la de un violonchelista que, solo después de transitar el arduo sendero de la técnica, y una vez que esta se da por supuesta, se halla en condiciones de hacer música. Soy consciente del hecho de que puedo hacer este trabajo con mayor facilidad y con mayor éxito ahora que treinta años atrás, y deseo comunicarme con aquellos que se hallan recorriendo ese duro camino de la técnica y, al mismo tiempo, trasmitirles las esperanzas de que algún día podrán hacer música. Es bien escasa la satisfacción que se obtiene del virtuosismo en la ejecución de una partitura escrita>> (los subrayados son nuestros) (16). Para este autor, lo importante no descansa sobre el virtuosismo técnico, consiste en hacer música.

Winnicott considera que hay una tendencia innata, esto es, un potencial heredado (inherited potencial), que incluye la tendencia al crecimiento y al desarrollo en el individuo humano; un potencial heredado que debe estudiarse ligado al cuidado materno. En <<La teoría de la relación paterno-filial>> (1960), escribe: <<Este potencial heredado por el individuo puede estudiarse como tema aparte a condición de que en todo momento se acepte que el potencial heredado por la criatura no puede llegar a ser una criatura a menos que vaya ligado al cuidado materno>> (17). Para este autor, tanto la herencia como el ambiente son factores externos si se los considera desde el punto de vista del desarrollo emocional del individuo. Winnicott concibe el desarrollo del ser humano en continuo movimiento dialéctico, como un proceso, tanto en el aspecto corporal como en el de la personalidad y la capacidad para las relaciones interpersonales, familiares y sociales. Otrosí: concibe la  vida psíquica del individuo dentro de su contexto; es más, lo inscribe en el espacio transicional, que otorga –en su sentido procesual– sentido al ser. Desde el comienzo de la vida el bebé viene al mundo como un ser no integrado que trae en su herencia la tendencia al crecimiento y la maduración y sigue un proceso evolutivo de integración del yo tutelado por el ambiente facilitador materno, cuyas funciones son: el sostén, el manejo y la presentación objetal.

Cuidado materno

Sostén
Manejo
Presentación de objetos

Desarrollo infantil

Integración del yo
Personalización (unidad psique-soma)
Relaciones interpersonales

En <<Desarrollo emocional primitivo>> (1945), considera tres procesos: la integración del yo, un proceso en el tiempo que va de la no integración a la integración; la unidad psicosomática o personalización, que implica el alojamiento (lodgement) o la residencia (dwelling) de la psique en el soma; y después, la realización, esto es, la apreciación del tiempo, del espacio y de las demás propiedades de la realidad (18). Su modelo de crecimiento emocional lo describe en tres etapas de acuerdo con el grado de dependencia del ser humano con respecto a su medio ambiente: un desarrollo emocional que parte de la etapa de la dependencia absoluta, pasa a la dependencia relativa y de ahí a la independencia, que nunca es total. En la salud evoluciona desde la subjetividad hacia la objetividad: desde el objeto subjetivo propio de la dependencia absoluta hasta el objeto objetivamente percibido de la dependencia relativa y la tendencia a la independencia.

Dentro de este proceso evolutivo, lo nuclear de su teoría del desarrollo emocional implica la configuración de un espacio potencial entre la madre y el bebé, de un entredós armónico y estable que permite la continuidad existencial del bebé. La continuidad del ser permite la cohesión de un verdadero self y la posibilidad de sentirse vivo y real. La teoría del desarrollo emocional primitivo de Winnicott se ordena en torno a la dependencia de la madre y al desarrollo del self: la estabilidad ambiental facilita la continuidad del ser y el gesto espontáneo. La dialéctica verdadero self/falso self constituye la clave de bóveda de su teoría psicológica, muy diferenciada de Freud  y su teoría de la libido (con sus fases: oral, anal, fálica...), y de Klein y su teoría de la agresividad (la posición esquizo-paranoide, la posición depresiva y la envidia). Para Winnicott, y esto marca una distancia importante con Freud y Klein, la vida no es expresión de los impulsos libidinales y agresivos –en su obra no hay lugar para el instinto de muerte– sino de la potencialidad creativa del bebé –inspirado por el élan vital (la fuerza vital) de Bergson– impulsa el movimiento de la vida. En <<Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión de la situación psicoanalítica>> (1954), lo plantea así: <<Progreso es la evolución del individuo, del psiquesoma, de la personalidad y de la mente con (a la larga) la formación del carácter y la socialización. El progreso empieza en una fecha sin duda anterior al nacimiento. Detrás del progreso hay un impulso biológico>> (el subrayado es mío) (19). Winnicott no deriva el ser del impulso sino de la propia vida. En su concepción, el individuo no nace del vínculo ni de una identificación, sino de la potencialidad del bebé de la unidad dual. Como dice Alfredo Painceira: <<El medio no debe fabricar el bebé; debe sostener el desarrollo espontáneo y creativo del bebé, hasta que este descubra al otro y se relacione con él>> (20). Y no opone a la vida la muerte, sino la no vida; en consecuencia, lo que le interesa en el desarrollo humano y en la clínica es el movimiento entre la vivacidad y la falta de vivacidad, el individuo sano.  

Ya en su última etapa, en <<Inmadurez adolescente>> (1968), un texto de reposada sabiduría, Winnicott resume el proceso del desarrollo emocional del individuo. Escribe: <<En la base de todo esto se encuentra la idea de la dependencia individual [individual dependence], que al principio es casi absoluta y que, gradualmente y de un modo ordenado, se va transformando en dependencia relativa y se orienta hacia la independencia. Esta no llega a ser absoluta, y el individuo que aparenta ser una unidad autónoma, en realidad nunca es independiente del medio, aunque en la madurez puede sentirse libre e independiente, en la medida en que ello contribuye a su felicidad y le procura la sensación de que tiene una identidad personal. Gracias a las identificaciones cruzadas, la clara línea que separa el yo del no yo se vuelve borrosa>>. Y añade: <<Todo lo que he hecho hasta ahora es enumerar varias secciones de una enciclopedia de la sociedad humana en términos de una perpetua ebullición en la superficie del caldero del crecimiento individual, visto colectivamente y reconocido como dinámico. La parte a la que puedo referirme aquí es necesariamente limitada, por lo cual considero importante situar lo que voy a decir en relación con el imponente telón de fondo de la humanidad, a la que se puede estudiar de muy distintos modos y contemplar desde uno u otro de los extremos del telescopio>>  (el subrayado es nuestro) (21). Hasta aquí una parte de la <<enciclopedia de la sociedad humana>> de este naturalista psicoanalítico.

Javier Lacruz Navas
Zaragoza, 2008

 

Notas
(1) Darwin, Charles: Autobiografía. Laetoli, Pamplona, 2008, pp. 123-24.
(2) Winnicott, Donald: <<Hacia un estudio objetivo de la naturaleza humana>> (1945). En: El niño y el mundo externo. Lumen-Hormé, Buenos Aires, 1993, p. 135.
(3) Ibíd., p. 135.
(4) Winnicott, Donald: <<Posfacio: D.W.W. sobre D.W.W.>> (1967). En: Exploraciones psicoanalíticas II, Paidós, Buenos Aires, 1991, pp. 335-36.      
(5) Darwin, Charles: On the Origin of Species. John Murray, London, 1859, p. 488. Versión en castellano: El origen de las especies. Alianza, Madrid, 2009, p. 516.
(6) Darwin, Charles: El origen del hombre. Crítica, Barcelona, 2009, pp. 815-16.
(7) En <<Una dificultad del psicoanálisis>> (1916), Sigmund Freud expresa las tres heridas narcisistas infringidas a la humanidad.  
(8)Winnicott, Donald: <<Psicoanálisis y Ciencia: ¿Amigos o parientes?>> (1961). En: El hogar, nuestro punto de partida. Paidós, Buenos Aires, 1994, p. 18.
(9) Winnicott, Donald: Realidad y juego. Gedisa, Barcelona, 1979, p. 16.
(10) Winnicott, Donald: El gesto espontáneo. Paidós, Barcelona, 1990, pp. 92-93.
(11) Winnicott, Donald: <<Apetito y trastorno emocional>> (1936). En: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia, Barcelona, 1981, p. 77.
(12) Ibíd., p. 52.
(13) Winnicott, Donald: <<La angustia asociada con la inseguridad>> (1952). En: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia, Barcelona, 1981, p. 142.
(14) Un ensayo en el que presenta su teoría del desarrollo emocional temprano, un año antes que Melanie Klein (su antigua maestra) formalice la suya en <<Notas sobre algunos mecanismos esquizoides>> (1946). Para ello recurre a una terminología sencilla (integración, ilusión, crueldad...), desprovista del lenguaje encriptado de la metapsicología freudiana y kleiniana.
(15) Winnicott, Donald: <<Desarrollo emocional primitivo>> (1945). En: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia, Barcelona, 1981, p. 208.
(16) Winnicott, D.: Clínica psicoanalítica infantil. Hormé, Buenos Aires, 1980, p. 14.
(17) Winnicott, Donald: <<Desarrollo emocional primitivo>> (1945). En: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia, Barcelona, 1981, p. 208.
(18) Winnicott, Donald: El proceso de maduración en el niño. Laia, Barcelona, 1981, p. 48.
(19) Winnicott, Donald: <<Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión de la situación psicoanalítica>> (1954). En: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia, Barcelona, 1981, p. 142.
(20) Painceira, Alfredo: Repensando el psicoanálisis desde la persona. Lumen, Buenos Aires, 2007, p. 27.
(21) Winnicott, Donald: <<Inmadurez adolescente>> (1968). En: El hogar, nuestro punto de partida. Paidós, Buenos Aires, 1994, p. 174-75.

Bibliografía
Darwin, Charles: On the Origin of Species. John Murray, London, 1859.
Darwin, Charles: El origen del hombre. Crítica, Barcelona, 2009.
Darwin, Charles: Autobiografía. Laetoli, Pamplona, 2008
Painceira, Alfredo: Repensando el psicoanálisis desde la persona. Lumen, Buenos Aires, 2007
Winnicott, Donald: Realidad y juego. Gedisa, Barcelona, 1979.
Winnicott, Donald: Clínica psicoanalítica infantil. Hormé, Buenos Aires, 1980.
Winnicott, Donald: El proceso de maduración en el niño. Laia, Barcelona, 1981.
Winnicott, Donald: Escritos de pediatría y psicoanálisis. Laia, Barcelona, 1981.
Winnicott, Donald: El gesto espontáneo. Paidós, Barcelona, 1990.
Winnicott, Donald: Exploraciones psicoanalíticas II, Paidós, Buenos Aires, 1991.
Winnicott, Donald: El niño y el mundo externo. Lumen-Hormé, Buenos Aires, 1993.
Winnicott, Donald: El hogar, nuestro punto de partida. Paidós, Buenos Aires, 1994.