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El enlace covalente entre Ferenczi y Winnicott
Autor:
Javier Lacruz, psiquiatra. Rodrigo Córdoba, psicólogo.
Mail: jlacruz@me.com
Mail: cordobasanz@gmail.com

Fecha de publicación: 2010

 

 

No pienso comenzar dando un resumen histórico para mostrarles el desarrollo de mis ideas a partir de las teorías ajenas, que no es esa la modalidad de mi pensamiento. Lo que sucede es que voy recogiendo cosas, aquí y allá, me enfrento a mi experiencia clínica, me formo mis propias teorías y luego, al final de todo, pongo interés en ver cuáles son las ideas que he tomado de otros. Puede que este método sea tan bueno como otro cualquiera

Donald Winnicott

Nunca sabré cuánto he obtenido de echarle un vistazo a Ferenczi, por ejemplo, o de echarle un vistazo a una nota al pie en una obra de Freud

Donald Winnicott

Sándor Ferenczi es uno de los analistas de referencia de Donald Winnicott, quien ha inspirado algunas de sus ideas y quien de forma más o menos acabada está presente en su pensamiento y latente en toda su obra. Empero, y a diferencia de otros autores que tanto o más han influido en Winnicott, es ya un lugar común en la literatura psicoanalítica referirse a las escasas referencias directas de Winnicott al legado de Ferenczi en su obra, bien por desatención selectiva, esto es, intencional, o criptomnesia, es decir, olvido inconsciente; incluso por transplantes extraños, por utilizar la terminología de Ferenczi.

Los autores de este artículo salen al encuentro de este asunto, no tanto para enmendarle la plana a Winnicott, sino para destacar lo que denominan el <<enlace covalente>> entre estos dos analistas: aquello que pertenece a un campo de experiencia compartido –y no necesariamente heredado– por ambos autores, que en esencia refleja planteamientos teóricos suficientemente diferenciados, pero que a posteriori se resignifica como legado debido a isomorfismos aparentes. 

Lo que no obsta que partiendo de la poética de T. S. Eliot, cuando escribe que <<el principio es una suma de principios>>, y del magín de Winnicott, cuando toma a Ferenczi como un autor <<encontrado y creado de nuevo>>, quepa inferir que el analista húngaro inscribe su ausencia nominal en una presencia significante dentro de la doxa winnicottiana. Y no solo en la obra del inglés, sino en la de otros muchos analistas, pues su obra es matriz de nuevos fundamentos y desarrollos en el psicoanálisis y la psicoterapia analítica actuales.

No resulta baladí encabezar este artículo con dos citas de Donald Winnicott –una de 1945, de cuando comienza a transcribir sus ideas, y otra de 1967, de sus escritos postreros– que sintetizan las claves de su metodología de trabajo: de sus fuentes y de su personal forma de presentar su pensamiento. La primera contiene un enunciado con el que comienza su artículo <<Desarrollo emocional primitivo>> –comunicación presentada el 28 de noviembre de 1945 en la Sociedad Psicoanalítica Británica de Londres–, en el que compila veinte años de experiencia clínica como pediatra y psicoanalista; un texto en el que presenta su teoría del desarrollo emocional humano y que se erige en el eje axial de toda su obra posterior. La segunda corresponde a un fragmento de su trayectoria psicoanalítica que presenta en una charla dada a psicoanalistas británicos veteranos en enero de 1967, agrupados en la asociación Club 52: <<Posfacio: D. W. W. sobre D. W. W.>>. Dos citas que suponen toda una declaración de intenciones del autor, y un aviso para navegantes cuya trémula o feble vocación naútica encalla sus designios entre Caribdis y Escila.  

La obra de Sándor Ferenczi, amplia y vigorosa, es cada vez más reconocida con el paso del tiempo. Ferenczi es un autor eminentemente intuitivo y práctico, que, aunque no sistematiza su teoría, deja una obra llena de hallazgos fértiles y de ideas que estimulan otras nuevas, así como una actitud analítica indeclinable: su oposición crítica a todo modelo abocado a la complacencia del dogmatismo y la ortodoxia. La importancia de su obra radica en los desarrollos teórico-clínicos que presenta, en los diversos conceptos e ideas que introduce, en su libertad de pensamiento a contracorriente de su época, en la influencia que ejerce sobre diversos psicoanalistas y en que promueve la capacidad de seguir pensando el psicoanálisis con ideas nuevas.

Entre sus aportaciones más notables destacan las siguientes: es el precursor del concepto de contratransferencia; acuña los términos introyección y reproyección, la noción de neurosis de frustración y los conceptos de identificación con el agresor e introyección del sentimiento de culpa del adulto; profundiza sobre el trauma y la regresión; contribuye a la teoría del simbolismo; describe la técnica activa y la elasticidad de la técnica; y establece el análisis mutuo, con el que desencadena una gran polémica en el seno del movimiento psicoanalítico. La obra escrita de Sándor Ferenczi se divide entre sus numerosos artículos de fecunda originalidad y gran penetración clínica y su Diario clínico (1969), donde despliega toda su capacidad intuitiva y talento clínico. Ferenczi centra sus principales aportaciones teóricas en el campo de la técnica analítica. Y sus fracasos se integran, sin solución de continuidad, con sus mejores contribuciones al Psicoanálisis.

En el plano teórico, la inquietud de Ferenczi se dirige a la constitución de una nueva ciencia, el Bioanálisis o Psicoanálisis de los orígenes: una extensión de la teoría psicoanalítica al terreno de la biología. En 1924 publica Thalassa. Psicoanálisis de los orígenes de la vida sexual, una obra próxima en intenciones a la de Otto Rank sobre El trauma del nacimiento (1923). En este ensayo elabora la hipótesis, apoyada en las teorías evolucionistas de Lamarck y de Haecke1, de que la existencia intrauterina del ser humano remeda a las formas anteriores de la vida, que tienen un origen marino. El nacimiento implica la pérdida del estado originario, al que todos los seres vivientes aspiran a retornar. También se interesa por las tesis de Darwin sobre la evolución de las especies y su proceso de adaptación al medio. Con sus nuevas teorías, Rank y Ferenczi inician su separación de la ortodoxia freudiana: abandonan la tesis de la primacía del padre (el complejo de Edipo), en favor de la influencia de la madre en los orígenes de la vida humana. Un paso decisivo para el psicoanálisis británico, clave en Melanie Klein y Donald Winnicott.

De <<querido amigo>> de Freud…

Sándor Ferenczi nace el 7 de julio de 1873 en Miskolez, Hungría, una población cercana a Budapest y lindante con Austria. Su familia es de estirpe judía; su padre es oriundo de Polonia y su madre natural de Viena. Es el octavo de once hermanos. La familia, al trasladarse de Polonia a Hungría debido a las tensiones socio-políticas, cambia el apellido Fränkel, de fuerte resonancia germana, por el de Ferenczi, más enraizado en el ámbito magiar. En sus primeros años recibe una formación liberal y de amplia cultura alentada por su padre, librero de profesión y con gran inquietud de conocimiento y de compromiso político. Sándor se impregna de las inquietudes sociales y se convierte en un ávido lector; incluso decide cambiar la <<y>> de su apellido por la <<i>>, debido sus connotaciones burguesas. Al morir su padre se traslada a Viena, donde estudia Medicina. En 1893 lee la <<Comunicación preliminar>> de Breuer y Freud, pero lejos de interesarse se mofa de sus conclusiones. En 1894, terminada la carrera, se traslada a Budapest, donde se incorpora como médico ayudante al departamento de asistencia a prostitutas en el hospital Rókus, el Gran Hospital de la ciudad. En 1900 se especializa en Neurología en el hospicio de St. Elizabeth. Este mismo año lee La interpretación de los sueños de Freud, obra que también le causa una pobre impresión. En 1905 se especializa en Psiquiatría en el Tribunal de Real de Justicia de Budapest, tarea que ejerce hasta 1918. En su labor profesional privada se inclina por la asistencia social y la defensa de los más desfavorecidos (marginados sociales, oprimidos, mujeres, homosexuales...). En 1906 envía una carta de protesta a la Asociación Médica de Budapest contra la desvaloración y la persecución social de los homosexuales.

Tras las iniciales reticencias, las revolucionarias ideas de Freud calan pronto en Ferenczi, quien, muy atento a las cuestiones sociales de enfermos y marginales, se inclina más por la aplicación social del Psicoanálisis que por las cuestiones doctrinarias y metapsicológicas. La aproximación de Ferenczi al pensamiento psicoanalítico tiene lugar en Zúrich, vía Jung. En 1907 realiza un curso sobre la técnica de la asociación de palabras con finalidades psicodiagnósticas, donde desbloquea su resistencia a las ideas de Freud. La relectura de La interpretación de los sueños a instancia del psiquiatra húngaro Palop Stein atrae definitivamente a Ferenczi al movimiento psicoanalítico.

En 1907 escribe a Freud manifestándole su deseo de conocerle personalmente y formarse en psicoanálisis. En febrero de 1908, a los treinta y cuatro años, visita a Freud acompañado de su colega y amigo Stein. De su mutua vinculación, Ernst Jones, en su biografía de Freud, escribe: <<Freud se sintió pronto atraído por el entusiasmo y por la mentalidad vivaz y especulativa de Ferenczi, cualidades éstas que anteriormente le habían fascinado en su gran amigo Fliess. Solo que esta vez su afecto no llegó a comprometerse de tal modo en la amistad, si bien siempre demostró un delicado interés paternal frente a la vida privada y las dificultades de Ferenczi. Pasaron muchas vacaciones juntos y entre 1908 y 1933 intercambiaron más de un millar de cartas, todas ellas conservadas>> (1). En abril de 1908 asiste al Primer Congreso Internacional de Psicoanálisis, celebrado en Salzburgo, en el que presenta su comunicación <<Picoanálisis y pedagogía>>, el primer trabajo sobre la materia. Por su probidad científica, su vitalidad y afectuosidad, tras este fecundo encuentro psicoanalítico, pasan juntos las vacaciones de verano en Berchtesgaden. Como señala Michael Balint, <<Ferenczi fue quien mayor intimidad mantuvo con Freud de todos los analistas de la nueva generación que se agruparon en tono a este>> y <<fue el primero en ser llamado por Freud querido amigo en sus cartas>> (2).

Tras forjar una firme amistad, Freud y Ferenczi fraguan una íntima colaboración profesional que fructifica en un gran intercambio epistolar durante veinticinco años. Ferenczi es el corresponsal de Freud en la madurez, del mismo modo que lo es Silberstein en la etapa de juventud del maestro vienés. Su creciente vinculación es tal que, cuando Stanley Hall invita a Freud a los EE.UU. a dar cinco conferencias sobre Psicoanálisis en la Clark University, lo elige a él y a Jung como acompañantes. Freud, en la nota necrológica a Ferenczi, escribe: <<Cuando en 1909 fui invitado a Worcester, Massachussets, para dictar allí conferencias durante una semana de jubileo, le pedí que me acompañara. Todas las mañanas, antes de la hora de mi conferencia, nos paseábamos ante la Universidad y yo le invitaba  a proponerme el tema a exponer ese día; él esbozaba así lo que media hora después yo exponía de forma improvisada>> (3).

A comienzos de 1910 Freud y Ferenczi viajan a la isla de Sicilia, a Siracusa. Freud sale decepcionado de la actitud de su acompañante. A salida de este viaje le escribe manifestándole su decepción por no haber estado a su altura: <<Por otra parte hubiese deseado que saliera usted de su papel infantil y se colocara en el mismo plano que yo, como un compañero y un igual. No lo consiguió usted>> (4). Freud busca en Ferenczi, como antes en Fliess, que se convierta en su interlocutor directo, con quien pueda medir su capacidad analítica y los problemas científicos que se le presentan. En marzo de este año, Freud inaugura el Congreso de Nüremberg disertando sobre <<Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica>>, donde plantea su idea de la contratransferencia. Algo ya anticipado intuitivamente por su nuevo amigo y discípulo dos años antes. En una carta del 22 de noviembre de 1908, Ferenczi le comunica a Freud: <<Tengo una excesiva tendencia a considerar como propios los asuntos de los enfermos>>, que constituye la primera mención stricto sensu de la contratransferencia. En este congreso Ferenczi presenta la comunicación <<Sobre la historia del movimiento psicoanalítico>>, que incluye la idea (sugerida y preparada por Freud) de crear una Asociación Psicoanalítica Internacional. Escribe: <Los congresos, en lugar de ser una feria liviana o una presentación espectacular de las novedades científicas, deberían consagrarse a la evaluación objetiva de los resultados>> (5); y poco después, añade: <<Conozco bien la patología de las asociaciones y sé perfectamente que a menudo en los grandes grupos políticos, sociales y científicos reinan la megalomanía pueril, la vanidad, el respeto a fórmulas vacías, la obediencia ciega y el interés personal, en lugar de un trabajo concienzudo consagrado al bien común>> (6).

Al año siguiente, en el Congreso de Weimar, presenta una comunicación sobre la homosexualidad, un tema que ya anteriormente ha despertado su interés. Entre 1911 y 1913 se producen las disensiones de Stekel, Adler y Jung. En 1913 Ferenczi presenta en el Congreso de Munich una ponencia en la que somete a crítica los <<Tipos Psicológicos de Jung>>; y crea la Sociedad Psicoanalítica de Budapest, entre cuyos artífices más destacados se encuentran Sándor Rado, René Spitz, Melanie Klein, Geza Roheim y Michael Balint. Por entonces, Ernest Jones se desplaza a Budapest para analizarse con Ferenczi. Este mismo año Freud crea el Comité, integrado por K. Abraham, M. Eitingon, S. Ferenczi, E. Jones, O. Rank y H. Sachs. Ferenczi, aupado a discípulo dilecto, es miembro del Comité y participa en todas las actividades directivas del movimiento psicoanalítico. Tres años después de la comunicación de Ferenczi sobre el <<movimiento psicoanalítico>>, Freud escribe su <<Historia del movimiento psicoanalítico>>, donde afirma: <<Hungría, tan próxima a Austria geográficamente, pero tan alejada en lo científico, solo ha proporcionado un colaborador, S. Ferenczi, pero un colaborador que por sí solo vale lo que una Sociedad>> (7). Freud analiza a Ferenczi en dos ocasiones, durante dos permisos durante la Primera Guerra Mundial. Un periodo donde se ralentizan las actividades del movimiento psicoanalítico.

Entre 1918 y 1920 Ferenczi es presidente en funciones de la Asociación Psicoanalítica Internacional. En septiembre de 1918 organiza el Congreso de Budapest, en el que se aborda el tema de la neurosis de guerra. Freud presenta <<Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica>>, uno de sus principales escritos técnicos, donde formula la regla de la abstinencia. Un año después Ferenczi escribe <<La técnica psicoanalítica>>, donde profundiza en los postulados de la técnica clásica sin salirse del cauce de la ortodoxia y desarrolla una tarea complementaria a la de Freud. En el bienio 1919-20 dirige la primera cátedra de Psicoanálisis en la Universidad de Budapest –la primera que alcanza rango universitario– hasta que es abolida por el nuevo poder dictatorial. Ferenczi se consolida como el principal animador de la escuela húngara de Psicoanálisis, pero con la diáspora Berlín pasa a ser el centro neurálgico del pensamiento freudiano. En la década de los  veinte estabiliza su relación amorosa con Gisela, e inicia su distanciamiento progresivo de la técnica analítica clásica.

…a <<enfant terrible>> del Psicoanálisis

En diciembre de 1920, en el Congreso de La Haya, Ferenczi presenta el informe <<Prolongaciones de la técnica activa en psicoanálisis>>, donde crea una variante técnica de la cura-tipo de Freud que denomina técnica activa, cuyo objetivo trata de movilizar –mediante órdenes o prohibiciones– los tratamientos estancados. La noción de actividad plantea intervenciones (no interpretativas) del analista cuya finalidad es la de activar al paciente. Su aportación la plantea sin solución de continuidad con la técnica clásica de Freud, como variaciones que –según su modo de concebir la clínica– la complementan y la mejoran. Comienza diciendo: <<Después de la introducción hecha por Freud de la regla fundamental (la asociación libre), los fundamentos de la técnica psicoanalítica no han sufrido ninguna modificación esencial. Subrayaré de entrada que este no es en absoluto el objetivo de mis palabras; por el contrario, mi propósito era y sigue siendo el situar a los pacientes en un estado en el que puedan seguir la regla de la libre asociación con ayuda de determinados artificios y llegar de este modo a provocar o acelerar la investigación del material psíquico inconsciente. Por lo demás, estos artificios no son necesarios más que en casos excepcionales. La mayoría de los enfermos pueden desarrollar su cura sin actividad particular por parte del médico o del paciente, y cuando sea preciso mostrarse más activo, la intervención debe limitarse a lo estrictamente necesario>> (8). Si bien la técnica activa colisiona con la regla de la abstinencia del analista, este evita ser considerado un disidente tratando de mantenerse coherente y concordante con la técnica freudiana.

Ferenczi contrapone el psicoanálisis clásico vigente, que asocia a la pasividad, con su concepto de actividad, que considera que ha sido utilizado siempre de facto, incluso sin ser formulado, y que remite a los orígenes del psicoanálisis:  <<La época del método catártico según Breuer y Freud fue un periodo de intensa actividad, tanto por parte del médico como del paciente>> (9). Con esta técnica pretende superar algunos puntos muertos del análisis, como los obstáculos de las denominadas neurosis de angustia, las fobias. Apunta: <<Este procedimiento fue designado con el término de técnica activa, lo que no significaba tanto una intervención activa por parte del médico como por la del paciente, al que se le imponía ahora, aparte de la observancia de la regla fundamental, una tarea particular. En los casos de fobia, esta tarea consistía en realizar determinadas acciones desagradables>> (10). Ferenczi apoya sus conclusiones en el informe de Freud presentado al Congreso de Budapest. Y matiza: <<Hay poco que decir sobre las indicaciones de la actividad en general; como siempre, se trata de un caso especial. El punto fundamental sigue siendo el empleo excepcional de este artificio técnico, que no es más que un auxiliar, un complemento pedagógico del análisis propiamente dicho, y que nunca debe pretender reemplazarle>> (11). Y la define así: <<La técnica activa incita al paciente a determinadas actividades, a inhibiciones, a actitudes psíquicas, o a una descarga de afectos, y espera poder acceder secundariamente al inconsciente o al material mnésico>> (12). En suma, lo considera un medio (técnico) no un fin (terapéutico). Una vez expuesto esto, la pregunta que Ferenczi deja abierta es: <<¿Está el médico capacitado para acelerar la cura mediante su propio comportamiento respecto del enfermo?>>.

En 1922 consolida su amistad con Otto Rank. Ambos pasan las vacaciones juntos preparando sus comunicaciones para el próximo congreso de psicoanálisis. En el Congreso de Berlín de este mismo año, Ferenczi presenta un esbozo de Thalassa, un trabajo muy próximo al libro El trauma del nacimiento de Rank, aparecido un año después. En 1923 Freud es diagnosticado de un carcinoma de maxilar, hecho que conmociona al movimiento psicoanalítico. Al año siguiente, en 1924, Ferenczi y Rank presentan el libro Perspectivas del Psicoanálisis, en el que plantean la interdependencia entre la teoría y la práctica, y que marca el momento de ruptura con Freud. En este libro ambos autores sistematizan la teoría de la técnica activa, cuyo objetivo principal consiste en acortar los tratamientos, hasta unos 4 ó 5 meses. Esta obra supone un paso más allá que el dado en las Prolongaciones, supone movilizar el tratamiento y se añade el acelerar el curso del mismo. Si antes se trataba de activar el tratamiento estancado, ahora se incorpora la idea de abreviar la cura. Pero al radicalizar Rank su postura, Ferenczi se distancia de él, manteniéndose cercano al maestro vienés. Tras un viaje a Nueva York, donde dicta algunas conferencias, se acrecienta la distancia entre Ferenczi y Freud por cuestiones técnicas, lo que acarrea diferencias sustanciales sobre problemas teóricos esenciales. En 1926 escribe <<Contraindicaciones de la técnica activa>>, donde hace una revisión autocrítica de sus formulaciones.

En su conferencia <<Elasticidad de la técnica psicoanalítica>>, dictada en la Sociedad Húngara de Psicoanálisis en el curso 1927-28, Ferenczi deja buena cuenta de su sensibilidad analítica, volcada preferentemente en recomendaciones sobre la técnica analítica. Considera que, más allá de la <<ecuación personal>> de cada analista, hay que ser observantes con la segunda regla fundamental del psicoanálisis, la que establece que <<quien desee analizar a los demás debe primero ser él mismo analizado>> (13). Ferenczi plantea que es conveniente flexibilizar la técnica activa. Poco después, comenta: <<Estoy convencido de que se trata ante todo de una cuestión de tacto psicológico, de saber cuándo y cómo se comunica algo al analizado, cuándo puede estimarse que el material proporcionado es suficiente para sacar conclusiones, en qué forma debe ser presentada la comunicación, cómo puede responderse a una reacción inesperada o desconcertante del paciente, cuándo debe uno callarse y esperar otras asociaciones, y en qué momento el silencio es una tortura inútil para el paciente. Como pueden ver, con la palabra tacto solo consigo expresar la indeterminación en una fórmula simple y agradable. ¿Pero qué es el tacto? La respuesta a esta pregunta no es difícil. El tacto es la facultad de “sentir con” (Einfühlung)>> (14). En este trabajo Ferenczi pretende introducir cierta flexibilidad en la técnica analítica, manteniéndose dentro de los postulados de la técnica clásica.

Este autor considera que los consejos técnicos de Freud son esencialmente negativos, de orden prohibicionista. De ahí la importancia que otorga al tacto, es decir, a la capacidad empática que debe desplegar el profesional en la cura analítica. Apunta: <<El resultado ideal de un análisis acabado es precisamente esta elasticidad que la técnica exige también al psiquiatra>> (15). Así, subraya el valor dinámico del análisis (incluida la interpretación): <<Cada nueva comprensión de las significaciones exige la revisión de todo el material precedente>> (16). Tras la publicación de este artículo, Freud le escribe felicitándole por su aportación, ya que <<mis consejos relativos a la técnica escritos hace ya tiempo, eran de índole esencialmente negativa>>. En 1928 escribe <<La adaptación de la familia al niño>>, donde advierte de los peligros de la educación traumática de los niños. Un trabajo deudor de <<El sueño del bebé sabio>> (1923), que muestra la gran capacidad intuitiva e intelectiva de los niños y que anticipa la idea de la adaptación del terapeuta al paciente que retoman analistas posteriores. 

En agosto de 1929, en el Congreso de Oxford, presenta <<Principio de relajación yneocatarsis>>, una comunicación muy provocadora, por la que se le tilda de <<enfant terrible del Psicoanálisis>>. En este trabajo postula una técnica permisiva, sin imposiciones ni prohibiciones, frente a las frustraciones emocionales del superyó del paciente. Escribe: <<Sin embargo, la acumulación de casos excepcionales me impulsó a formular un principio hasta entonces inédito, aunque admitido tácitamente, el principio de dejar hacer (prinzip der gerwährung) que conviene a menudo admitir junto al principio de frustración>> (18). En cierto modo es una vuelta <<al primer Freud, al Freud del periodo catártico de su colaboración con Breuer>> (17), cuya técnica (del método catártico) es la abreacción o descarga emocional de la experiencia traumática infantil. Con ello se aleja de Freud y de su posterior teoría pulsional. Esta técnica inspira la idea de reparación de Klein y la experiencia emocional correctora de Alexander.

En mayo de 1931, con motivo del 75 aniversario del nacimiento de Sigmund Freud, Ferenczi es invitado a dar una conferencia extraordinaria en el Simposium organizado por la Sociedad de Viena. En <<Análisis de niños con los adultos>>, dice a su auditorio: <<Quisiera ahora poner en la balanza la amable invitación que ustedes me han hecho, como un argumento contra la ortodoxia de la Asociación Internacional y de su jefe espiritual, el profesor Freud. Sin querer medir mi importancia respecto a la de los colegas a los que he aludido, he de decir que soy conocido como un espíritu inquieto o, según me han dicho recientemente en Oxford, como el enfant terrible del Psicoanálisis>> (19). En su disertación plantea que el análisis de adultos remite al niño de su infancia y, en consecuencia, el análisis debe atender el trauma inicial surgido en la relación primitiva con la madre. Para este autor, lo patológico no depende tanto del agente traumático o de la situación traumática, sino del tipo de vínculo emocional que recibe el niño en ese determinado momento. En consecuencia, la experiencia traumática responde a la vivencia emocional del niño de sentirse solo o abandonado por una persona significativa en una situación concreta. Aunque la recepción de su auditorio bascula entre la perplejidad y el rechazo, su propuesta anticipa todas las técnicas ulteriores que abordan la teoría del déficit y el papel de la madre en la primera infancia.

A pesar de que la relación entre Freud y Ferenczi está bastante deteriorada, ambos realizan un intento de acercamiento personal. Freud hace un último intento para disuadirlo de que siga ese camino sin conseguirlo; le escribe en contra del aspecto técnico de <<besar a sus pacientes>> y subraya la necesidad de mantener en el encuadre analítico la regla de la abstinencia. A pesar de su desacato de la ortodoxia, Ferenczi es invitado al Congreso de Wiesbaden. Antes de presentar su comunicación <<Confusión de lenguas entre los adultos y el niño>> (1932),  acude a Viena, a casa de Freud. Este, muy molesto, le solicita que se abstenga de leerlo y publicarlo hasta que se retracte del mismo. Ferenczi decide presentarlo. El texto tiene muy mala acogida; y en su Diario clinico, el 2 de octubre de 1932, anota: <<¿Y así como ahora tengo que formar nuevos glóbulos rojos, me tengo que crear (si es que puedo) una nueva base de personalidad si debo renunciar a la anterior por falsa, no fiable? ¿Tengo aquí la opción entre morir y volver a crearme –y ello a la edad de 59 años?>> (20). Y tras recibir unas amistosas líneas de Jones, apunta: <<Porque me sentía además abandonado por los colegas, todos ellos le tienen demasiado miedo a Freud para poder tratarme objetivamente o incluso con simpatía en caso de una disputa entre Freud y yo. Sin duda que ya hace tiempo corre un intercambio de circulares entre Freud, Jones, Eitingon. Me tratan como un enfermo que merece indulgencia. Mi intervención debe esperar hasta que me reponga, así se vuelve superflua la indulgencia>> (21).

En este trabajo centra su intervención en la importancia del factor traumático en la patogénesis de la neurosis. En su presentación incide en la injerencia de la sexualidad adulta –seductora y perversa– sobre el mundo infantil, el <<lenguaje de la pasión>> sobre el <<lenguaje de la ternura>>. Escribe: <<Confunden los juegos de niños con los deseos de una persona madura sexualmente, y se dejan arrastrar a actos sexuales sin pensar en las consecuencias>> (22). Y promueve que el analista se debe dejar analizar por el paciente, esto es, evitar la técnica del espejo freudiana; un paso más en el desarrollo de su variante técnica: de la <<técnica activa>> al <<análisis mutuo>>. Empero, una idea sobrevuela en su Diario: <<Sin simpatía no hay curación>>.

En su Diario Ferenczi alude al caso R. N., <<la Reina>> (Elisabeth Severn), una pintora psicótica, con la que desarrolla su técnica del análisis mutuo. Su <<gran experimento>> consiste en que la dirección de la cura es compartida por el analista y el analizando (él es quien introduce el término), a modo de coterapia entre ambos. Escribe: <<Confesión de lo artificioso en la conducta del analista; reconocimiento en principio de emociones, como enojo, disgusto, fatiga, “ganas de mandar al diablo”, por último también fantasías libidinosas y lúdicas. Consecuencia: la paciente se pone más natural, más sociable, sincera>> (23). El tratamiento fracasa, así como su modelo del análisis mutuo. Freud le reprocha a Ferenczi su furor sanandi, y este a aquel su desinterés por el aspecto terapéutico del Psicoanálisis. El hiato se hace insalvable entre ambos. El insuficiente análisis de Ferenczi con Freud deja sin resolver su <<depresión de transferencia>> (24), lo que precipita su desencuentro. La evolución de la enfermedad del <<querido amigo>> se acelera. Sándor Ferenczi fallece el 24 de mayo de 1933 por un síndrome neuroanémico –la enfermedad de Biermer–, un cuadro de anemia perniciosa. A pesar de su distanciamiento emocional, Freud le rinde un cálido homenaje en su muerte. En la nota necrológica, dice: <<Nos dimos cuenta de que un único problema había monopolizado su interés. La necesidad de curar y ayudar se había vuelto en él extremadamente fuerte>>; y añade también que algunos de sus artículos <<han convertido en alumnos suyos a todos los analistas>> (25).

La influencia en Winnicott

Donald Winnicott es un autor poco proclive a la cita de la obra de otro autor, lo que no quiere decir que no reconoce la autoría ajena, puesto que lo hace en determinados momentos o acerca de cuestiones concretas; ni cabe imputarle que ejerce la apropiación indebida, pues su fértil pensamiento –de lo que da buena cuenta su extensa obra– le aboca a centrarse en desarrollar su corpus teórico-clínico, dando por buena la capacidad del lector para saber discriminar lo que pertenece a Sigmund Freud, a Melanie Klein o a Sándor Ferenczi, los tres psicoanalistas que más han influido en su pensamiento. En Winnicott opera como supuesto básico considerar que si un lector ha llegado hasta él, previamente ha leído a estos tres precursores, no solo de su obra sino también de la de sus coetáneos. Empero, tan solo quien ha profundizado en su pensamiento conoce y comprende lo que, según Marion Milner, Winnicott decía a sus alumnos: <<Lo que encontrarán ustedes en mí, tendrán que sacarlo del caos>>.

De formación médica, en su práctica profesional –pública y privada– ejerce simultáneamente la Pediatría y el Psicoanálisis, disciplinas que complementa de manera soluble en su tarea clínica. De inicio, sus dos autores de cabecera –a los que reconoce expresamente su prístina influencia– son Charles Darwin y Sigmund Freud: el primero, por el valor que confiere a la influencia del medio ambiente sobre el individuo, y el segundo, por su estelar aportación al desvelamiento de los procesos inconscientes del ser humano. El mundo externo (la madre o ambiente facilitador) y el mundo interno (la fantasía) se ensamblan en la teoría winnicottiana hasta forjar un concepto central en su obra como es el del espacio transicional. Más tarde recibe la influencia directa de Melanie Klein, de la que se aleja conforme desarrolla su propio pensamiento. La paradoja, la transicionalidad y el jugar (playing), son los tres articuladores esenciales del pensamiento winnicottiano, que inaugura una nueva forma de relacionarse con el paciente y de abordar la clínica, que a su vez modula su técnica y su teoría.

Una teoría que plantea su concepción personal del desarrollo emocional temprano, una clínica que pivota sobre la capacidad de uso del objeto por el paciente en la cura, y una técnica cuyo centro de gravedad es el sostén (holding) materno o terapéutico, que troquela en diferentes modalidades como la consulta terapéutica o el psicoanálisis a demanda. Winnicott se ofrece como un analista original e innovador, cuyo paradigma esencial consiste en alejarse de lo ya sabido, esto es, en crear a partir de lo dado y, por tanto, en establecer un lenguaje vivo, un gesto espontáneo. Un analista a su vez irreverente, que cuestiona hasta los criterios más inamovibles y que no duda en mostrarse discrepante y trasgresor cuando se trata de enfrentarse a la ortodoxia y al dogma establecido. En suma, un analista dialogante, siempre atento a lo común de lo distinto desde su capacidad para soportar paradojas, como cuando se plantea los límites entre el psicoanálisis y la psicoterapia: <<Para mí la cuestión se reduce a esta pregunta: el terapeuta, ¿ha recibido o no adiestramiento analítico?>> (26).

En una visión abarcativa, la influencia de Sándor Ferenczi en el pensamiento de Donald Winnicott puede rastrearse en torno al papel de la madre en las primeras etapas de la vida, a la idea de lo traumático en las experiencias infantiles tempranas, a la importancia de la regresión en el proceso terapéutico y a la concepción elástica y positiva de la técnica analítica; así como a sus aportaciones sobre la contratransferencia y la interpretación, nutrientes efectivos en el pensamiento de Winnicott. Empero, discriminar entre influencia directa, idea inspirada, apariencia formal, afinidad conceptual u otra forma conectiva entre la obra de estos dos grandes autores, es de todo punto de vista necesaria para eludir el riesgo de caer en ciertas exégesis escolásticas o de tropezar en hermenéuticas pro domo sua, como es el caso de Pierre Sabourin, que en el epílogo del Diario Clínico de Ferenczi tacha a varios psicoanalistas –y entre ellos a Winnicott– de <<que han establecido cierto número de conceptos fundamentales sin hacer honor a su deber de teóricos>>.

Al respecto, cabe introducir la noción de <<enlace covalente>> para referirse a la cuestión planteada como el caso <<Ferenczi versus Winnicott>>, que alude a la supuesta influencia de Ferenczi no declarada en la obra de Winnicott, y que a fuerza de una repetición continua tiende a asentarse como criterio de verdad irrefutable. En química, un enlace covalente se produce cuando se comparten electrones entre dos átomos, sin que la electronegatividad sea lo suficientemente intensa como para que se efectúe una transferencia de electrones entre los átomos. Esta noción, trasladada al ámbito que nos ocupa, hace referencia a un campo de experiencia compartido –y no necesariamente heredado– entre ambos analistas, que en esencia refleja planteamientos teóricos suficientemente diferenciados, pero que a posteriori se resignifica como legado debido a isomorfismos aparentes. Un ejemplo aclaratorio de este planteamiento puede hacerse efectivo con el concepto de capacidad de reverie de Wilfred Bion, esto es, la capacidad de ensoñación de la madre de las necesidades de su hijo, tan winnicottiano en fondo y forma y, sin embargo, tan propio de Bion. Un concepto que se inscribe en el enlace covalente o lugar de encuentro entre las obras de estos dos autores coetáneos y miembros de la Sociedad Psicoanalítica Británica, en modo alguno susceptible de ser considerado como una apropiación indebida del pensamiento de uno por el del otro. Asimismo, cabe hablar de la relación del <<estadio del espejo>> de Jacques Lacan y el <<papel de espejo (del rostro) de la madre>> de Winnicott, a la vez tan próximos y tan distintos. Y también puede señalarse la influencia del filósofo Henri Bergson en el pensamiento de Winnicott, autor que, como en el caso de Ferenczi, tampoco está suficientemente referenciado en su obra. Sabido es que el primer artículo de Bergson que Winnicott lee es <<Ensueño y creatividad>>, y que estos dos conceptos alcanzan un incalculable valor en la teoría winnicottiana, pero ello no refuta que, tras el despegue inicial, la responsabilidad del vuelo teórico que alcanza el par verdadero self/falso self corresponde al psicoanalista inglés. Así, una y otra vez, estos enlaces covalentes nos permiten acercarnos a los fundamentos de las autorías, alzaprimando la riqueza psíquica que otorgan las fecundaciones mutuas entre analistas, más allá de los vahos narcisistas y las nostalgias académicas. Incluso cuando en el debate <<Ferenczi versus Winnicott>> se plantea <<hacer honor a su deber de teórico>> al segundo, cabe decir que, por simple inversión dialéctica, bien podría afirmarse que la puesta en valor de la obra de Sándor Ferenczi en buena medida es debida a la riqueza de pensamiento de la obra de Donald Winnicott.   

De las afinidades entre Ferenczi y Winnicott destaca la importancia de la madre en los primeros estadios de la vida de los pacientes. Sin duda, Sándor Ferenczi es el primer psicoanalista que enfatiza el papel de la madre en el desarrollo del niño, tras la primacía otorgada al padre (y al complejo de Edipo) en la obra de Freud. Pero Donald Winnicott es quien (entre otros) sistematiza toda una teoría en la que es primordial la función materna como ambiente facilitador; y lo que es más importante a los efectos de esta exposición –que sirve como paradigma del razonamiento adoptado en este trabajo acerca del enlace covalente–, su interés por la relación madre-hijo procede inequívocamente de su formación como pediatra: concretamente, de su consultorio pediátrico –al que llama Psychiatric Snack Bar (cafetería psiquiátrica)– del Hospital Paddington Green Children’s en el que atiende a numerosos niños y adolescentes, antes de interesarse por el Psicoanálisis y, por supuesto, de conocer la obra de Ferenczi (27). Atención por la madre o ambiente de crianza, que se puede remitir desde el plano biográfico, a sus múltiples madres: al amplio grupo de crianza de su casa de Rockville, empezando por su propia madre. O desde una perspectiva estrictamente teórica, a la influencia reconocida por el propio Winnicott en su obra, cuando complementa su idea de que <<el bebé no existe, lo que existe es la pareja de crianza>> con la reflexión que Freud apunta en una nota a pie de página de <<Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico>> (1911), donde escribe: <<El lactante, con tal que le agreguemos el cuidado materno, realiza casi ese sistema psíquico>> (28). Freud destaca la unidad básica –que Winnicott denomina también la configuración ambiente-individuo–, esto es: la relación madre-hijo (29). Otrosí: la unidad dual.

El papel de la madre y, por extensión, el de la familia, es capital en ambos autores. Es la familia la que <<debe adaptarse al niño y no viceversa>>, escribe Ferenczi, postulado crucial que Winnicott, sin solución de continuidad, pone de relieve con la preocupación maternal primaria, la madre devota corriente, la madre suficientemente buena. Una madre o ambiente facilitador que, mediante las funciones maternas de sostén, manejo y presentación objetal, hace una adaptación activa a las necesidades del bebé, esto es, le permite sentirse vivo y real. Una madre que estimula su integración y su verdadero self, lo que Ferenczi llama la jardinería del alma. Pero en Winnicott la noción de adaptación proviene de sus lecturas de juventud –no suficientemente atendidas por la literatura psicoanalítica– y que, estimuladas por Darwin, decantan su interés por la naturaleza humana. En una charla a psicoanalistas veteranos titulada <<Posfacio: D.W.W. sobre D.W.W.>> (1967), evoca su evolución personal: <<Fue [el descubrir a Freud] como cuando leí en la escuela a Darwin y supe de inmediatoque Darwin era la horma de mi zapato>> (el subrayado es nuestro) (30). En la lectura de Darwin es donde Winnicott halla la inspiración para algunos de los conceptos que desarrolla ulteriormente, de cuando este naturalista habla de una <<gradación intermedia>> o <<gradación transicional>> en el desarrollo de las especies, advirtiendo de la importancia de la <<adaptación>> al medio y de su <<diferenciación>> o <<especialización>> para incrementar sus oportunidades de supervivencia. De ahí que en un trabajo anterior (31) calificamos a Donald Winnicott como el naturalista psicoanalítico.

En cambio, donde mejor se aprecia la influencia directa de la obra de Ferenczi en Winnicott es en ciertos aspectos clínicos y de técnica analítica. Desde muy pronto Winnicott se interesa por los trastornos psicóticos, borderline y esquizoides, campo en el que realiza sus más importantes contribuciones a la clínica psicoanalítica. En <<Clasificación: ¿Existe una aportación psicoanalítica a la clasificación psiquiátrica?>> (1959-1964), Winnicott reconoce la importancia de la aportación de Ferenczi y Klein –tras la labor pionera de Freud– a la clasificación psiquiátrica. Del primero, dice: <<Con el paso del tiempo el estudio de la psicosis empezó a tener más sentido. Ferenczi (1931) realizó una importante aportación al examinar el análisis fallido de un paciente con trastornos de carácter y no limitarse a considerarlo un fallo de selección sino como una deficiencia de la técnica Psicoanalítica. En ello había una idea implícita: que el Psicoanálisis podía aprender a adaptar su técnica a los trastornos de carácter, o a los casos límite, sin retroceder a un estado de simple dirección del paciente y, a decir verdad, sin perder su calidad de Psicoanálisis en toda la amplitud del término>> (32). Y dentro de su estudio sobre las psicosis a Winnicott no le pasa inadvertida la severa crítica de Ferenczi al fanatismo de la interpretación <<que conducía a desconocer las traducciones lexicales, a olvidar que la técnica de la interpretación es únicamente un medio para conocer el estado psíquico inconsciente del paciente y no el objeto principal del análisis>> (33).

Su estudio y profundización sobre los trastornos psicóticos le lleva a introducir gradualmente modificaciones en el setting analítico. Al respecto, Winnicott desarrolla su idea sobre la actitud analítica: de la capacidad de sostener al paciente, de proveerle de la confianza, seguridad y constancia suficientes en el curso del tratamiento; un proceso que llama el portarse bien del analista (the analyst behaves himself). El comportarse como es debido implica estar <<vivo, sano y despierto>>. Aquí Winnicott se inspira en el texto <<Elasticidad de la técnica analítica>> (1927-28) de Sándor Ferenczi, en el que considera que no hay nada más perjudicial para el análisis que una actitud de maestro de escuela o de médico autoritario. Escribe: <<La modestia del analista no es una actitud aprendida, sino más bien la expresión de la aceptación de los límites de nuestro saber>> (34); <<cada nueva comprensión de las significaciones exige la revisión de todo el material precedente>> y <<el resultado ideal de un análisis acabado es precisamente esta elasticidad que la técnica exige también al psiquiatra>> (35). Para el analista húngaro, la empatía (einfühlung) con el paciente es primordial en el trabajo analítico. Por extensión, en la conferencia titulada <<El trastorno psiquiátrico en términos de los procesos infantiles de maduración>> (1963), Winnicott considera que la actitud analítica exige aceptar los límites de nuestro saber. Por lo que acerca de la cura analítica se pregunta:<<¿Qué es lo mínimo que necesitamos hacer?>>.

Ya en la última década de su trabajo, en <<La comunicación y la falta de comunicación como conducentes al estudio de ciertos pares antitéticos>> (1963), Winnicott retoma esta idea en relación con la interpretación: <<He creído siempre que la interpretación tiene una importante función: determinar los límites de la comprensión del analista>> (36). Cuestión sobre lo que vuelve en <<El uso de un objeto y el relacionarse mediante identificaciones>> (1968), trabajo incluido en su libro póstumo, Realidad y juego (1971), donde escribe: <<Me aterra pensar cuántos cambios profundos impedí o demoré en pacientes de cierta categoría de clasificación debido a mi necesidad personal de interpretar. Si sabemos esperar, el paciente llega a una comprensión en forma creadora y con inmenso júbilo, y ahora disfruto de ese alborozo más de lo que solía gozar con el sentimiento de haber sido penetrante. Creo que en lo fundamental interpreto para que el paciente conozca los límites de mi comprensión. El principio que me guía es que el paciente, y solo él, conoce las respuestas. Podemos hacer que abarque lo que se sabe o adquiera conciencia de ello con aceptación, o podemos no hacerlo (el subrayado es nuestro) (37).

Winnicott considera que antes de realizar una interpretación el paciente tiene que haber adquirido la capacidad para usar al analista; y que el analista debe haber sobrevivido a la destrucción simbólica y tiene que hallarse <<fuera de la zona de los fenómenos subjetivos>>, esto es, dejar de ser un objeto subjetivo y pasar a ser un objeto real, <<lo que distingue el análisis del autoanálisis>>. La interpretación precisa de un espacio potencial –que implica una zona de insight– y, sensu contrario, desautoriza la creencia ilusoria de la propiedad de la autoría interpretativa en el analista. A partir de la paradoja de lo creado de nuevo, la interpretación es como un objeto encontrado y creado a la vez por el paciente. En consecuencia, el terapeuta opera como el asistente de la interpretación creativa generada por el propio paciente. Winnicott distingue las interpretaciones inteligentes de las interpretaciones reflejadas. Las primeras son interpretaciones que aun siendo correctas o acertadas, son autocomplacientes porque vulneran la capacidad de insight del paciente. Las segundas son interpretaciones en las que el analista refleja las comunicaciones del paciente. Un tipo de interpretación en la que el paciente hace un reconocimiento de sí mismo a través del otro, mediante identificaciones cruzadas. El analista opera como espejo (inversamente al pensamiento de Freud) donde identificarse el paciente. Este tipo de interpretación favorece su capacidad de insight y su gesto espontáneo.

Aunque no hay una referencia directa de la conferencia Análisis de niños con los adultos (1931) de Ferenczi en la obra de Winnicott, no cabe duda que es un trabajo que inspira algunos aspectos esenciales de su obra. A ningún lector atento a sus ideas se le escapa que la interpretación, la confianza y el juego son aspectos esenciales en el desarrollo de su técnica analítica. Acerca de la interpretación, Ferenczi comenta sobre la enseñanza de sus pacientes: <<Cuando intentaba dar interpretaciones en exceso o científicas encontraba un rechazo aún más enérgico. Es inútil que les diga que la primera reacción frente a tales incidentes era un acceso de indignación autoritaria. De momento me sentía herido por la pretensión del paciente, o del alumno, de saber las cosas mejor que yo, pero afortunadamente acudía en seguida a mi pensamiento de que él debía conocer sus propias cosas mejor que yo. Entonces reconocí que podía cometer errores y que ello no significaba pérdida de autoridad, sino el aumento de la confianza en mí del paciente. Dicho sea de paso, algunos pacientes se indignaban al oírme calificar aquel procedimiento de juego>> (el subrayado es nuestro) (38). En sintonía con este texto Winnicott plantea que en los casos de consulta terapéutica, si observa que hace una interpretación que no funciona, esto es, una interpretación equivocada, la <<retira incondicionalmente>>. 

En <<Confusión de lengua entre los adultos y el niño>> (1932), Ferenczi escribe: <<Pero la capacidad de admitir nuestros errores y de renunciar a ellos, así como la autorización de las críticas, nos hacen ganar la confianza del paciente. Esta confianza es algo que establece el contraste entre el presente y un pasado insoportable y traumático>> (39). En Winnicott la confianza o la experiencia de confiabilidad (experience of reliability), rige en la base de las primeras relaciones emocionales humanas. Y considera que estas precisan de estabilidad y continuidad a partir de un medio suficientemente bueno: de un sostén materno que otorga confianza, seguridad y estabilidad. De ahí que la falla materna o la falla del analista, que favorece el crecimiento del niño o del paciente respectivamente, resulta determinante en su clínica analítica.

Otras muchas similitudes pueden establecerse entre las obras de estos dos autores, pero lo que es fácilmente contrastable es que Ferenczi es tan pródigo en intuiciones geniales como asistemático en la elaboración de un corpus teórico; y tal vez esta carencia de sistemática es uno de los factores que le abocan a la catástrofe del análisis mutuo. Winnicott fragua su obra a partir de la de sus precursores, alentando una nueva forma de concebir y de atender la clínica que cada día cobra mayor predicamento y vigencia. Parafraseando su obra, Ferenczi es un <<precursor del espejo>>, en el que cuando Winnicott se mira <<se ve a sí mismo>>. 

 

Javier Lacruz y Rodrigo Córdoba
     Zaragoza, noviembre de 2010

 


Notas
(1) Jones, Ernest: Vida y obra de Sigmund Freud. Hormé, Buenos Aires, 1979, vol. 1, p. 46.
(2) Balint, Michael: <<Prefacio>>. En: Ferenczi, Sándor. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. I, p. 11.
(3) Freud, Sigmund: Obras completas,  vol. III, p. 3237.
(4) Chauvelot, Diane: <<Siracusa 1910: el supuesto pase de Freud>>. Ornicar, n.º 1, 1981, p. 67,
(5) Ferenczi, Sándor: <<Sobre la historia del movimiento psicoanalítico>> (1911). Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. I, p. 177.
(6) Ibíd., p. 181.
(7) Freud, Sigmund: <<Historia del movimiento psicoanalítico>> (1914).
(8) Ferenczi, Sándor: <<Prolongaciones de la técnica activa en psicoanálisis>>. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. III, p. 137.
(9) Ibíd., p. 138.
(10) Ibíd., p. 140.
(11) Ibíd., p. 146.
(12) Ibíd., pp. 152-53.
(13) Ferenczi, Sándor: <<Elasticidad de la técnica psicoanalítica>>. Obras completas, Espasa Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, p. 61.
(14) Ibíd., p. 61.
(15) Ibíd., pp. 69-70.
(16) Ibíd., p. 69.
(17) Villamarzo, Pedro F.: Sándor Ferenczi. La cuestión de las variaciones técnicas en psicoterapia psicoanalítica. Universa Terra, Salamanca, 2002, p. 45.
(18) Ferenczi, Sándor: <<Principio de relajación y neocatarsis>>. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, p. 98.
(19) Ferenczi, Sándor: <<Análisis de niños con los adultos>>. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, p. 110.
(20) Ferenczi, Sándor: Diario clínico, Amorrortu, 1997, p. 280.
(21) Ibíd., p. 280.
(22) Ferenczi, Sándor: <<Confusión de lengua entre los adultos y el niño>> (1932). Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, volumen IV, p. 144.
(23) Ferenczi, Sándor: Diario clínico, Amorrortu, 1997.
(24) Cabré, Martín: <<Freud, Ferenczi y la madre muerta>> (1994). Ver: Maite Muñoz: <<Controversia Freud-Ferenczi: Construcciones en psicoanálisis - Confusión de lenguas…>>. Rev. APMadrid, n.º 24, Madrid, 1966, p. 112.
(25) Freud, Sigmund: <<Nota necrológica>>.
(26) Winnicott, Donald:
(27) Una obra que, a ciencia cierta, no se sabe si la conoce directamente y si la conoce en su totalidad; o si la conoce básicamente a través de su mentora Mélanie Klein. Como su concepto de madre suficientemente buena, que discute con la madre buena o la madre mala de Klein, y no con la madre de Ferenczi.
(28) Sigmund Freud: Obras completas. Amorrortu, 1980, vol. XII, p. 225.
(29) Adviértase de paso la conexión de la cita de Freud aportada por Winnicott con la idea que expresa en la segunda cita de Winnicott que encabeza este texto, en relación a <<echarle un vistazo a una nota al pie en una obra de Freud>>, ambas procedentes de textos distintos.
(30) Winnicott, Donald: Exploraciones psicoanalíticas II, Paidós, Buenos Aires, 1991, pp. 335-36.
(31) Véase la revista on line: www.elgestoespontáneo.com; Javier Lacruz Navas: <<El naturalista psicoanalítico>>, 2008.
(32) Winnicott, Donald: El proceso de maduración en el niño. Laia, Barcelona, 1981, p. 151.
(33) Ferenczi, Sándor: Perspectivas del psicoanálisis. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1981, volumen III, p. 271.
(34) Ferenczi, Sándor: <<Elasticidad de la técnica psicoanalítica>>. Obras completas, Espasa Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, p. 66.
(35) ) Ferenczi, Sándor: <<Elasticidad de la técnica psicoanalítica>>. Obras completas, Espasa Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, pp. 69 y 70.
(36) Winnicott, Donald: <<La comunicación y la falta de comunicación como conducentes al estudio de ciertos pares antitéticos>> (1963). En: El proceso de maduración en el niño. Laia, Barcelona, 1981, p. 230.
(37) Winnicott, Donald: Realidad y juego. Gedisa, Barcelona, 1979, pp. 117-18.
(38) Ferenczi, Sándor: <<Análisis de niños con los adultos>>. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, p. 113.
(39) Ferenczi, Sándor: <<Confusión de lengua entre los adultos y el niño>>. Obras completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1984, vol. IV, p. 142.

Bibliografía
Ferenczi, Sándor: Obras completas. Espasa Calpe, Madrid, 1981.
Ferenczi, Sándor: Diario clínico. Amorrortu, 1997.
Jones, Ernest: Vida y obra de Sigmund Freud. Hormé, Buenos Aires, 1979.
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Villamarzo, Pedro F.: Sándor Ferenczi. La cuestión de las variaciones técnicas en psicoterapia psicoanalítica. Universa Terra, Salamanca, 2002.
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Winnicott, Donald: El proceso de maduración en el niño. Laia, Barcelona, 1981.
Winnicott, Donald: Exploraciones psicoanalíticas II, Paidós, Buenos Aires, 1991.